Una de Vampiros
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por CineBoum
- junio 3, 2018
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Hablamos de vampiros y a todos nos viene a la mente la figura de Drácula, a muchos la de Nosferatu y a unos cuantos menos la de Nostradamus. Si hablamos de vampiros en el cine, quien se nos aparece irremediablemente es Christopher Lee o Bela Lugosi; bueno, y puede que también el rubiales de Tom Cruise en Entrevista con el vampiro, el blandito Robert Pattinson de la saga Crepúsculo, Kate Beckinsale de Underworld, Wesley Snipes como Blade y Gary Oldman como Drácula).Evidentemente vamos a hablar de vampiros, pero vamos a hablar de películas de chupasangres menos conocidos, no tan mediáticos, con la sana intención de despertar vuestra curiosidad y descubrir nuevos universos vampíricos.

En los años sesenta la productora británica Hammer se encarga de coger el testigo de lo que en los años treinta consiguió la Universal a partir del Drácula (1931, Tod Browning) de Bela Lugosi. Su despegue también vendrá gracias a la figura del mítico Conde quien, como antaño, vendrá acompañado de Frankenstein, el hombre lobo, la momia o el zumbado de Mr. Hyde. Mismos personajes pero con dos diferencias fundamentales: la sangre y el sexo, curiosamente donde mejor encaja la figura del vampiro. Así, característico de la Hammer, será ese hilillo de sangre que se desliza por el cuello de la víctima, los ojos inyectados de sangre del vampiro antes de ejercer como tal (no se sabe si saciar su sed de sangre o su hambre sexual, pues ahora el vampiro se convierte en un auténtico depredador sexual), los escotes pronunciados de las actrices femeninas (también con hilillos de sangre paseando por el “canalillo” de sus pechos) y, para rematar ese morbo, cierta aproximación al lesbianismo (unas veces disimulada, otras declarada explícitamente). Con todas estas premisas vigentes aparecerá la llamada trilogía de los Karnstein, tres películas que toman como referencia los personajes de la obra literaria Carmilla de Sheridan le Fanu. La condesa Carmilla aparece en Las amantes vampiro (1970), Lujuria para un vampiro (1971) y Drácula y las mellizas (1971), bien como Carmilla, Mircalla o incluso Marcilla (un juego parecido al de Drácula y Alucard). Fuera de esta terna, nos parecen igualmente de interesantes otras dos producciones Hammer: El circo de los vampiros, a nuestro modesto gusto la mejor, y Capitán Kronos, cazador de vampiros (1974), tal vez pionera del mito vampírico como cine de aventuras y no cine de terror, en la línea de las actuales sagas de Blade o Underworld.



Al amparo del éxito conseguido por la Hammer, el cine español vivirá en los años setenta un florecimiento del cine de terror y del vampírico en particular, en el que también participó el gran exponente de este renacimiento, Jacinto Molina, alias Paul Naschy, aunque tuviera su personaje icónico en la figura del hombre lobo Waldemar Daninsky. Aprovechando igualmente cierta relajación o apertura de la censura existente por el régimen franquista, si bien es verdad que la mayoría de producciones tenían una versión para España y otra para su exportación, donde la tijera no actuaba, en la que abundaban las escenas de corte erótico. Entre las decenas de películas de esta corriente citaremos La novia ensangrentada (1972), también tomando como referencia a Carmilla, La orgía nocturna de los vampiros (1973), La tumba de la isla maldita (1973), con una bellísima Teresa Gimpera, “top” del cine español de esos años, como reina vampira y El extraño amor de los vampiros (1975), con una exposición melancólica del aristócrata vampiro, más enamoradizo que depredador sexual (tal vez un anticipo de la figura del famoso conde que encarnaría Frank Langella en 1979).

Es aquí donde queremos destacar las figuras de dos directores “adictos” a este subgénero terrorífico. De un lado, el inclasificable Jesús Franco, maestro para unos, ejemplo de cine casposo para otros. Lo cierto que el cine del prolífico (más de 200 películas en su haber) Franco no deja indiferente a nadie, o te gusta o lo odias, pero lo que queda fuera de toda duda es su amor por la dirección, con el mérito añadido de carecer de medios para ello. Y con una filmografía tan extensa era de esperar su incursión en esta corriente. Su título más conocido, tras una “rara” (digámoslo así) versión sobre Drácula (protagonizada por un Christopher Lee y primera vez que el aristócrata mostraba un enorme bigote), es Las vampiras (1971), con más énfasis en el territorio erótico y lésbico. Le seguirán La hija de Drácula (1972) y El ataque de las vampiras (1973), centrados en la década setentera.


El otro especialista es el francés Jean Rollin, convertido en el rey de las vampiras lésbicas. El realizador utilizará el vampirismo como excusa para desarrollar historias eróticas, una conjunción de sexo y sangre y un mismo patrón: argumentos muy sencillos (somos muy amables, todo hay que decirlo) con una sucesión de escenas pretendidamente “poéticas” (o sea, de sexo blando). Sus títulos delatan este particular estilo: La reina de las vampiras (1967), Desnuda entre las tumbas (1969), La muerta viviente (1982) o Las dos huérfanas vampiras (1997).
No sería justo decir que el subgénero vampírico entra en decadencia tras su explosión de los 60/70’s. Siempre se ha seguido cultivando y se han introducido ligeras variantes sobre el tema a las ya conocidas de terror y erotismo: aventuras, comedia, drama… Algunas, más comerciales, la mayoría, no. Entre las primeras destacamos, ya en los ochenta, Jóvenes ocultos (1987): protagonistas juveniles que realizan las gamberradas típicas de la edad con el aderezo de que son vampiros. Y como de chicos se trata, pues serán otros jovenzanos los que ejercerán como los “Van Helsing” de turno. Terror, comedia, romanticismo… película realmente simpática siendo un jovencísimo Kiefer Sutherland el más malo de todos. Y en el mismo año 87, una de nuestras preferidas, Los viajeros de la noche, dirigida por la oscarizada Kathryn Bigelow, con un grupo de vampiros itinerantes y de muy mala leche dirigidos por Jesse, Lance Henriksen (habitual en el género) y un joven, Caleb (Adrian Pasdar); que, dándose cuenta que ha sido mordido, lucha por no convertirse en uno de ellos, historia de amor incluida. Totalmente recomendable, como también lo es Sangre fresca (1992), de John Landis, con una magnífica Anne Parillaud (que venía del éxito de Nikita a probar suerte en Hollywood) como Marie, una vampiresa con mucho corazón y mucha ganas de sangre. ¿Cómo solucionarlo? Escogiendo sus víctimas entre delincuentes de la sociedad siendo uno de ellos otro magnífico actor, Robert Loggia. Por sacar un defecto a este film, no nos gusta su protagonista, Anthony LaPaglia: demasiado soso para un personaje que merecía mucho más.
Como hemos llegado a los noventa y, ahora que las sagas están de actualidad (demasiada para nuestro gusto pues nos cansa ver una historia a lo largo de tres años o más), nos animamos a recomendaros la del vampiro Radu, recreado en sus cuatro películas por el actor groenlandés Anders Hove y dirigido en todas ellas por Ted Nicolaou, un habitual de la serie “B”. Estamos hablando de Subespecies (1991) y sus continuaciones Radu, aullidos en la noche (1993), Las entrañas del mal (1994) y Subespecies 4 (1998), donde está claro que no se mataron la cabeza con el título. Asumiendo que se trata, como hemos dicho, de serie “B” y que cada película es inferior a su predecesora, su particularidad radica en la vuelta a los orígenes del vampirismo, a Rumanía (nada es casualidad, pues eso servía para abaratar costes), con castillo incluido en las afueras de Bucarest.

Jesucristo, cazador de vampiros (2001) es algo inclasificable. Dirigida por Lee Demarbre es una mezcla de cine de terror, comedia, musical, acción… Película que molestará a muchos creyentes católicos (sirva de ejemplo que la Virgen María se le aparece a su Hijo en forma de galleta dentro de un vaso de leche), nos queda la duda si Demarbre es tan devotamente creyente que su obra es una auténtica exaltación de la figura de Jesucristo (poco probable) o, simplemente, se trata de una auténtica patochada y una crítica/parodia salvaje a estas creencias (lo más probable). En cualquier caso, curiosa (y cutre) sí que es.
No ocurre esto con dos muestras de la filmografía sueca: Frostbitten (2006) y Déjame entrar (2008). La primera un enorme baño de sangre, cine de terror en su más pura esencia y germen de la norteamericana 30 días de oscuridad (2007), también muy recomendable. La segunda es una pequeña obra de arte. Cine de terror, sí, pero sobre todo, una bellísima oda a la amistad de dos niños, con la particularidad que uno de ellos, Eli (una formidable Lina Leandersson), es vampira. Una vez más, la “originalidad” de los guionistas norteamericanos fabrica un remake (2010) que es un auténtico calco a la película original, si bien tiene el aliciente de ver a Chloë Grace Moretz y al siempre eficiente Richard Jenkins. También de esta primera década de siglo son Insaciable (2006), curiosa propuesta sobre una vampiresa en cautividad, y El circo de los extraños (2009), una nueva muestra de vampirismo juvenil que pese a contar con un gran reparto (John C. Reilly, Salma Hayek, Willem Dafoe entre otros) constituyó un fracaso en taquilla. Para finalizar en este período, a medio camino entre el cine vampírico y la ciencia ficción apocalíptica se sitúan las interesantes Guardianes de la noche (2004) y Guardianes del día (2006), cine ruso dirigido por Timur Bekmambetov, quien seguirá ligado al género, ya en los Estados Unidos, con Abraham Lincoln, cazador de vampiros (2012).
Terminamos con cuatro ejemplos del cine más actual sobre vampiros. La alemana Somos la noche (2010) nos muestra a unas vampiresas absolutamente sedientas de sangre, todo lo contrario que sucede en Solo los amantes sobreviven (2013), donde los vampiros protagonistas, una pareja llena de melancolía, tienen a su “camello” particular que les provee del rojo y viscoso líquido. Como siempre, Tilda Swinton, maravillosa. A girl walks home alone at night (2014), filmada en blanco y negro por la interesante Ana Lily Amirpour , está ambientada en Irán y la chica del título (Sheila Vand) puede ser la primera vampiresa en la historia del cine que lleve burka. Curiosa. Y por último nuestra más ferviente recomendación para los amantes del género: Lo que hacemos en las sombras (2014), producción neozelandesa que nos cuenta, como si se tratase de un documental, la vida cotidiana de cuatro vampiros que comparten piso. Original y realmente divertida, acabamos con ella nuestra reseña vampírica.
Y recuerda, si te gusta el cine, juega a CineBoum.
Publicado en CineTopic.